ADVERTIR LO NO PERCIBIDO

SANTIAGO RUEDA FAJARDO, CURADOR

 

Vivimos una era post fotográfica. Nos resulta imposible escapar de ella, es omnipresente y está en todos los acontecimientos sociales de nuestras vidas. Gracias a los avances tecnológicos, nuestros teléfonos -si aún podemos llamarlos así- verdaderos súper procesadores, igualan a los mejores equipos fotográficos del siglo XX. 

Esta acelerada transformación, y democratización de la fotografía, ha producido un despertar de la sensibilidad colectiva de una manera inédita, y nos ha conducido a una verdadera y masiva iconofilia. Por lo mismo, nos ha permitido ampliar nuestro horizonte sensible. A los artistas, siempre atentos al cambio, los ha liberado de seguir pautas estéticas hoy tecnológicamente predeterminadas y les ha permitido dedicarse a profundizar en calidades, características y texturas del medio, incluso en abierta oposición al canon garantizado por los soportes digitales y sus innumerables filtros, que hasta pueden lograr convincentes efectos de envejecimiento y deterioro. 

Así, en el despertar de la era de la inteligencia artificial, nos encontramos con una exposición colectiva que, como su nombre lo indica, explora lo no aparente, advierte sobre lo no percibido, lo que subyace en la imagen fotográfica.

Esteban Eljaiek realiza impresiones giclée (del verbo glicer que significa rociar o pulverizar) logrando que imágenes previamente trabajadas de tomas de escenarios urbanos –muros, puertas, rejas- adquieran volumen, textura y relieve. Una primera mirada puede hacernos creer que estamos viendo serigrafías, obras gráficas ricas en capas superpuestas de color. Pero no es así. 

Eljaiek ha decidido llevar la impresión digital de altísima calidad -que dispara tinta a través de minúsculos rociadores- a su límite matérico, con el ya mencionado giclado. De alguna manera, es un intento de abstraer y dar posibilidades tridimensionales a la fotografía, casi un intento de convertirla en escultura. 

El fotógrafo viene trabajando este tipo de imágenes desde el año 2016, como una “construcción de su propia visión estética de la realidad”, llegando a producir las series Melancolía y Rastros, obtenidas durante el pasear cotidiano, “observando paredes, puertas y gentes”.

Esta experiencia del paseante que captura tajadas de realidad, determina también el trabajo de Jorge Alejandro Medellín, quien con una larga experiencia en la música y la poesía, se aventura en la exploración de la imagen fotográfica. En su caso, en encuentros rápidos, en la captura de sucesos irrepetibles como las pasajeras huellas de un suave oleaje sobre la arena, por ejemplo, que interviene a posteriori en su ordenador, para darles un carácter plástico y musical. 

En ese sentido, Medellín intenta estirar la longitud de onda, tensar la cuerda del instante decisivo para llevar la imagen a una nueva sonoridad. Lograr equivalentes entre la imagen y el sonido, algo no muy diferente a lo que intentaba el padre de la abstracción moderna, Vasily Kandinsky a inicios del siglo XX, y que puede leerse en sus clásicos De lo espiritual en el arte y Punto y línea sobre el plano

En esta suma de analogías, equivalencias, ecos y resonancias, Medellín encuentra que estas fotografías son indivisibles de poemas también suyos, que integra a la imagen a manera de díptico, como un foto ensayo. En consecuencia, sus obras son a la vez imagen visual y palabra escrita, dibujando una suma poética donde lo visto, lo nombrado, lo sugerido y lo imaginado, conforman la obra total.

Eljaiek y Medellín llevan la imagen fotográfica más allá de lo aparente. Nos invitan a reconsiderar la verosimilitud como principio rector de la fotografía, una reflexión muy válida en la era de la posverdad, sin dejarnos de recordar que el placer de fotografiar es casi inseparable del gusto por caminar, de dejarse sorprender y de registrar para recordar.